viernes, 10 de octubre de 2014

Próxima parada.

   Ayer tropecé y caí en una conferencia de cirujanos que debatían sobre nuevas formas y maneras de hacer más útil una cicatriz. Hablaban del aspecto andrógino como inspiración para la realización de los nuevos cortes y de nuestras similitudes con la naranja de Valencia. Uno fue altamente ovacionado tras dar a conocer el resultado de su investigación, la cual demostraba que la araña común tras rociarse con jugo de limón podía actuar como grapa en nuestros órganos acelerando el proceso de cicatrización en un 60% y que ahora estaba intentando mejorar el resultado aplicando pequeñas dosis de cilantro. Hubo uno, que de tanta emoción, tiró cohetes en la sala y todos respondieron con un largo ¡oh, que bonito! Una mujer de unos treinta años mostraba su reciente cicatriz de apéndice recorriéndola con el dedo y explicando que no tendría que gastarse dinero en bolsos de piel debido a la gran cavidad que le habían dejado al experimentar una nueva forma. Añadió que se sentía así más fina y segura y mostró gran agradecimiento al equipo de cirujanos que experimentó en su cuerpo. En la escena apareció un hombre bien entrado en edad, explicaba que debido a la hendidura aparecida en su cabeza tras la operación de tumor cerebral a la que se había sometido, su felicidad había crecido en un 50% pues sus nietos ahora los usaban como hucha. Dijo que se sentía más útil en casa y que ahora no tenía que pedir dinero para realizar sus escapadas para jugar al mus. Sugirió a los cirujanos la mejora del método para la extracción del dinero de su cabeza porque le causaba molestos dolores de cabeza, especialmente con las monedas de dos euros. Yo como no entendía nada, y harto de no saber que expresión poner en mi cara, adopté forma de silla quedando bien integrado en la sala. De pronto, una belleza rubía y de cuerpo excitante entró y con decisión se sentó sobre mí. ¡Qué brusca! ¡Ay, qué dolor! A ver, muévete un poquito hacia la izquierda. ¡Ahora sí! Sube, baja, sube, otra vez… muy bien, así me gusta ¡oh, qué placer! La conferencia terminó y ella se levantó. Me incorporé en la sala y una mano vino buscando bruscamente la mía. Pues muy bien, encantado yo también pensé. Me di media vuelta para terminar solicitanto la próxima parada.

2 comentarios:

  1. Bueno, nunca viene mal algo de humor para evadirse. En este caso surrealista

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